12.3.09

Una razón para ir tirando

Se llama conformismo. Nadie conoce bien su origen, pero algunos indicios demuestran que apareció con el dinero. Es cobarde, absurdo y débil.

Ser conformista es hacer caso a tu director cuando te pide que rompas los principios éticos de una profesión a la que amas. Ser conformista es firmar todo lo que te piden sin preguntar qué estás firmando. Ser conformista es hacer caso al que tiene dinero sólo porque tiene dinero. Ser conformista es ser una marioneta (y no de tela, que por lo menos sería una marioneta decente... si me apuro, es ser una de papel, de esas que cuando viene un chirimiri se destroza en la mano). Ser conformista es ser la marioneta más estúpida.

Es que pongas un café cuando alguien te exige un café. Y que vayas a clase y copies como un bobo a pesar de estar en desacuerdo con todo el sistema educativo de este país. Es decir que sí cuando alguien quiere que digas sí y decir que no cuando quieren que digas que no. Es no luchar. Es dejar las cosas como están por miedo a las consecuencias.

En las dictaduras hay muchos conformistas. Acaso dices algo y te vuelan la cabeza. Es comprensible. Pero en nuestra supuesta -SUPUESTA- democracia, hay más conformistas que en cualquier dictadura. Ellos (los del dinero) no tienen armas. Pero tienen dinero. Y no nos apuntan con un fusil en la cabeza pero amenazan con quitarnos nuestros puestos de trabajo, con que perdamos ese estúpido BMW que adorna el garaje y con que no podamos ver una película en el cine o ir de vacaciones. Cuidado. Que a muchos les quitas esto y es como si les quitaras la vida.

Desde que soy pequeña he crecido escuchando que los de mi generación lo tenemos todo. Bien. Yo creo que no tenemos nada. Es cierto que nunca me han faltado juguetes, ni comida sobre la mesa, ni viajes por el mundo, ni estudios, ni dinero para tomar un café. Pero me ha faltado gente honesta (disculpas a Rivas si olvidé la lección de aquella tarde). Me ha faltado la gente buena y me han sobrado las mentiras, los puñales, los insultos y los malos.

Me han faltado personas que amen de verdad a los de su alrededor. Personas que crean que los perros no son estúpidos -incluso las arañas, que hasta les empiezo a coger cariño-. Personas capaces de darlo todo por los demás sin la necesidad de obtener una recompensa. Personas que den consejos sinceros, que piensen las cosas, que sepan que el dinero -perdón por la expresión- no vale una mierda. Personas que cuando vieron Into the wild se emocionaron cuando aquél chico quemó todo su dinero y con una mochila se fue a conocer los verdaderos valores. Personas que disfruten de una charla más que de un coche o una cena en un restaurante caro -que, por cierto, también son estúpidas-. Personas que sepan que somos personas, que somos animales y no sean tan absurdamente prepotentes de creerse el ser más poderoso e inteligente del Universo.

Hoy sólo hay una esperanza para mí y es que existe la posibilidad de que dentro de tres años todo eso cambie y sólo los puros permanezcan de pie en un planeta sobre el que acaecerán todo tipo de catástrofes.

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